Tradicionalmente se identifica al Huila, en el ámbito nacional, como un departamento de neto perfil agropecuario, con una multiplicidad de climas y con los recursos naturales necesarios para la producción de casi todos los productos alimenticios.
Estas características lo proyectan en el marco nacional con un claro liderazgo como un abastecedor confiable de los mismos.
La producción agropecuaria a nivel nacional con destino a los mercados mundiales, se ha visto limitada por dos vías principalmente: la primera, por la competencia de los países desarrollados quienes han basado su estrategia de crecimiento del sector en fuertes estructuras proteccionistas y la segunda por la aplicación de una serie de políticas internas que restan incentivos a su crecimiento, lo que ha ido relegando la participación de Colombia en la producción y en el comercio de productos primarios y agroindustriales.
Es tiempo para que en el país entero y por qué no liderado por el Huila, se inicie de verdad un proceso de cambio tecnológico o innovación entendido como: “la capacidad de transformar un producto nuevo o mejorado que pueda ser introducido al mercado; o en un proceso nuevo o mejorado que pueda ser utilizado por la producción, la industria o el comercio; o en un nuevo enfoque para poder prestar un servicio social” (OCDE, 1994). Es decir, que para que el cambio tecnológico sea tal, debe existir un proceso que involucre no sólo a los que lo adoptan, sino también al resto de la sociedad y sus instituciones. Este proceso no surge sólo de la investigación, sino principalmente de la interacción entre ciencia, mercado y sociedad.
En Latinoamérica, solamente Argentina ha implementado el concepto de la Agricultura de Precisión, AP, cuyo mayor potencial es reducir los costos de producción, aumentar la productividad y dar un uso más eficiente de los insumos. En un sentido más amplio, la agricultura de precisión permite administrar los insumos en el tiempo y en el espacio, optimizar la logística de las operaciones en campo, supervisar el trabajo de los empleados, manejar los riesgos de la producción, vender productos diferenciados, proveer trazabilidad de los productos para consumo humano, y documentar los insumos aplicados para cumplir con reglas de protección ambiental.
La AP también tiene importantes beneficios sobre la sustentabilidad de la agricultura. Por ejemplo, puede reducir el uso de pesticidas, nitrógeno y otros agroquímicos en el suelo y en el agua.
¿Cómo se hace? La respuesta está en el uso de la tecnología de la información para adecuar el manejo de suelos y cultivos a la variabilidad presente dentro de un lote. La AP involucra el uso de sistemas de posicionamiento global (GPS) y de otros medios electrónicos para obtener datos del cultivo. La información obtenida puede usarse para implementar planes de manejo de la variabilidad. Junto a la biotecnología, la AP es uno de los cambios tecnológicos más importantes que ha vivido la agricultura en los últimos años.
Las técnicas de la AP más usadas en Argentina son el monitor de rendimiento y el sistema de guía por GPS (banderillero satelital), aunque la AP también incluye la densidad de siembra variable, la dosis variable de fertilizantes, el manejo localizado de plagas, los sensores remotos y muchas otras aplicaciones.
El primer paso para estudiar sus beneficios es demostrar que la AP es rentable; se hace necesario entonces vencer en el Huila varios desafíos y comenzar a formar nuestros agrónomos y economistas agrarios, en la recolección de información útil para el análisis sitio-específico, análisis de rentabilidad en el espacio y el tiempo, y en la interpretación de datos. Así mismo fortalecer las redes locales de investigación y experimentación adaptativa, ya que la agronomía y la economía de la agricultura de precisión son sitio-específicas.
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